musita a tu pecho y le pide que estalle”
William Shakespeare, Macbeth
En la última década se han
dado grandes pasos para comprender parte de la ciencia cognitiva que yace detrás de
emociones como la tristeza y la alegría. Al utilizar la tecnología más reciente
los científicos pueden ver lo que sucede físicamente en el cerebro cuando
experimentamos ciertos sentimientos, pero falta mucho más por aprender.
Un área que requiere mayor
investigación es la del duelo y la pérdida. ¿Cómo podemos emplear los hallazgos
de la neurociencia para ayudar a que quienes lloran la pérdida de un ser
querido eviten las dificultades que a menudo conducen a la depresión? Tales
análisis deben empezar con un entendimiento de cómo nos afecta
esa pérdida.
Quien haya perdido a un
familiar o amigo cercano sabe que el proceso del duelo puede ser solitario.
Incluso aunque quizás otras personas hayan amado a quien se ha marchado, cada
quien llora la pérdida de una relación individual y única. La sensación puede
ser como si nadie se identificara por completo con nosotros en esos instantes
en que anhelamos desesperadamente que alguien llene el vacío emocional dejado
por la pérdida.
Tal vez contemos con muchos
amigos a quienes les importemos mucho, pero ellos podrían suponer que nos
estamos recuperando bien si no les llamamos para pedirles consuelo. De hecho,
quizás aparentemos estarnos recuperando muy bien —en especial si somos del tipo
de personas que llena el vacío con trabajo u otra actividad—, pero aún así
podríamos sentirnos aislados.
Otras presiones sociales se
suman al problema, en particular en las culturas individualistas. En occidente
aún existen filosofías que pregonan la idea de “sal adelante sin la ayuda de
nadie”, las cuales son tan dominantes y persistentes en nuestra mente como las
filosofías aparentemente opuestas, tales como el colectivismo y la
victimización.
Stefan Klein, un científico y
periodista alemán, señala un punto interesante acerca de la neurociencia de la
tristeza y su relación con la cultura individualista. Afirma que “En especial
la cultura alemana ha quedado fatalmente convencida de que la soledad es una
condición particularmente deseable y noble… que acerca a las personas a su yo
más interno” (La fórmula de la felicidad, 2006).
Éste es también un rasgo de
otras culturas. Los británicos son conocidos por ser flemáticos y Klein hace
referencia al cliché de las películas del viejo oeste: los vaqueros abandonan a
las mujeres que aman para ir a montar solos rumbo al atardecer. El mensaje es
que quienes en verdad son fuertes no necesitan de otros. Sin embargo, “la
verdad es lo diametralmente opuesto, como lo demuestran los experimentos
clínicos y neurobiológicos,” continúa Klein.
Estudio tras estudio muestran
que el gozar de una compañía comprensiva es bueno para el cuerpo, la mente y el
espíritu; prolonga la vida y mejora su calidad. Pero la compañía equivocada
puede ser peor para nosotros que la soledad.
Podemos entender
intelectualmente estos conceptos cuando estamos de luto, pero incluso entonces
puede no ser fácil pedir lo que necesitamos o que quienes están a nuestro
alrededor se percaten de que lo necesitamos. Otra opción es que podríamos
comunicar nuestras necesidades sólo para que nuestros familiares y amigos
respondan negativamente, en especial si ellos también han asimilado los mensajes
de una cultura individualista. Podrían pensar que su deber es sacarnos de
nuestra depresión y levantarnos el ánimo, o podrían temer que su apoyo pueda
fomentar nuestra depresión. La tristeza es vista como una emoción negativa
e improductiva.
¿Esto significa que no debemos
trabajar para reemplazar las imágenes mentales negativas con positivas? Por
supuesto que no. La ciencia neurobiológica encuentra de manera constante que
tenemos el poder para reforzar los rasgos positivos en nuestro cerebro y para
realizar los cambios neurológicos prácticos que son necesarios a fin de impedir
que la tristeza nos arrastre hasta una depresión enfermiza. No obstante, nos
equivocamos si intentamos forzar a otros para que abandonen su duelo al
dejarlos a solas. Los investigadores han descubierto que es el reconocer más
que el ignorar la pérdida lo que ayuda a una persona a sobrellevar su pérdida
de una manera saludable.
En los antecedentes de su
“Estudio del Duelo en Quienes cuidan Enfermos (Caregiver Grief Study)”
del año 2000, Thomas Meuser, profesor asociado de neurología en la Universidad
de Washington, y Samuel J. Marwit, profesor de psicología en la Universidad de
Missouri, señalan que “el duelo es nuestro proceso innato de ajuste ante la
pérdida y cuando lo ignoramos o minimizamos puede traer consecuencias, como
depresión y otras enfermedades concurrentes”. Los poetas, reconocidos por su
depresión y sus “enfermedades concurrentes”, nos lo han dicho a través de los
siglos. William Cowper insistía en que “el dolor es, él mismo, una medicina” y
Shakespeare lo comentó con ironía en Mucho Ruido y Pocas Nueces: “…Es un
deber de todos los hombres predicar paciencia a cuantos se retuercen
bajo el peso de la desdicha; pero ninguno tiene virtud ni entereza para
mantenerse tan moralizador cuando esa misma desdicha pesa sobre él”.
La ciencia detrás de la declaración
de Klein involucra el proceso de la neurogenia. Durante la última década los
neurocientíficos han descubierto que el cerebro adulto puede continuar
produciendo nuevas neuronas en algunas áreas del cerebro. Una de las más
importantes es el hipocampo, el cual es vital para el aprendizaje y la memoria
y también está vinculado con las emociones y el humor. La ciencia ha
descubierto que algunas actividades parecen favorecer la neurogenia en el
hipocampo, mientras que la depresión a largo plazo parece inhibirla.
Cuando la tristeza se
convierte en depresión la neurogenia se detiene y, luego de varios y repetidos
casos de depresión, algunas áreas del cerebro realmente se encogen. Aunque aún
hacen faltan muchos estudios por realizar sobre el vínculo entre la depresión y
la neurogenia, es bastante obvio que la depresión no es un buen estado
de ánimo.
Entonces, ¿qué podemos hacer
para mantener nuestra mente sana incluso en los largos periodos de duelo?
Debido a que la neurogenia y la depresión son estados incompatibles, la razón
nos obliga a dedicarnos a aquellas actividades reconocidas por aumentar la neurogenia.
Los investigadores sugieren que esto se reduce a ejercitar tres áreas clave: el
cuerpo, la mente y el corazón.
EL CUERPO
Quienes se ejercitan con
regularidad conocen la sensación de bienestar que produce la actividad física
continua, así que no es de sorprender que se demuestre repetidamente que el
ejercicio fomenta la neurogenia en esa región crucial: el hipocampo. Un estudio
del Instituto Salk (Salk Institute) en California descubrió que mientras
“el ejercicio aumenta la neurogenia en el hipocampo y mejora el aprendizaje”,
estos beneficios se pueden obtener sin importar la edad porque “la madurez de
las neuronas recién formadas no [se ve] afectada por la edad”.
LA MENTE
Incluso antes de que la
neurociencia comenzara a revelar el funcionamiento interno del cerebro, los estudios
confirmaron a los científicos que quienes amaban aprender sólo por el gusto de
hacerlo tendían a ser más felices que quienes no. Los nuevos descubrimientos
continúan resaltando los beneficios del aprendizaje. De acuerdo con Martin, “la
investigación muestra que las personas con mejor educación tienden a
experimentar menores niveles de emociones negativas como la ansiedad, la ira y
la depresión, así como menores síntomas físicos como los dolores”. Sugiere lo
anterior debido a que “el conocimiento y las habilidades para resolver
problemas que nos ofrece la educación nos pueden liberar de preocupaciones
irracionales que, de otra manera, nos dejarían a merced de la ansiedad”.
EL CORAZÓN
Existe un tercer colaborador
para el fin compartido de alentar la neurogenia e impedir que la tristeza se
convierta en depresión, y éste nos regresa a donde empezamos: la importancia
del tipo adecuado de compañía.
De acuerdo con los
investigadores de la Universidad de Princeton, Alexis Stranahan, David Khalil y
Elizabeth Gould, “durante la ausencia de interacción social una experiencia
normalmente benéfica podría ejercer una influencia perjudicial en el cerebro”.
Uno de sus estudios descubrió que incluso el ejercicio no mejoraba la
neurogenia si los sujetos vivían aislados. En otras palabras, se requiere tanto
el ejercicio como la interacción social para que la neurogenia se lleve
a cabo.
Y con respecto al expresar las
penas… A nadie le gusta contradecir a Shakespeare, pero los expertos señalan
que algunas personas simplemente no necesitan expresar su dolor. Sin embargo,
esto no significa que no tengan otras necesidades relacionadas con el mismo.
Quizá sólo necesitamos alejarnos de nuestro teléfono celular y del correo
electrónico y salir a sentir el cariño de otras personas a la manera antigua.
Hay un viejo dicho que se aplica por igual a los dolientes y a quienes los
apoyan; se trata del ya comprobado refrán “Acciones son amores y no
buenas razones”.
Referencia
Expresa
tus Penas…
Gina Stepp
Muy interesante artículo. Siempre nos mantienes informados con temas de mucha importancia.
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